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Disección de un personaje protagonista: Kvothe (El nombre del viento)

 

A la hora de escribir a tu personaje protagonista en una obra ficcional, especialmente en fantasía, los dos caminos más comunes son el del héroe y el del elegido. En el primer caso, estamos hablando de un personaje que, pese a no haber nacido con unas características concretas, sí que pueden ser extraordinarios. Por el contrario, en el caso del elegido, está intrínseco en él un poder o condición sinigual. De esta manera, podemos referimos a personajes como Harry Potter como elegidos, pues este porta la cicatriz de Voldemort, que nadie más posee; mientras que los protagonistas como Frodo son héroes que desempeñan grandes proezas pese a que sus condiciones no sean singulares.

En el caso de “El nombre del viento”, Kvothe desempeña el papel de un héroe con un gran pigmento de elegido en sus rasgos y las situaciones que protagoniza. Al comienzo del libro, el pequeño Kvothe demuestra una gran inteligencia y unos conocimientos sociales adquiridos debido a su procedencia, Edena Ruh, una etnia conocida por su profesión de feriantes ambulantes y que desempeñan labores artísticas como la interpretación, la música o el baile.

Nuestro protagonista, a través de la gran porción de mundo a la que accede desde su tierna infancia, es capaz de entender los constructos sociales, las diferencias culturales o la manipulación por medio de la interpretación, además de ser extremadamente leído y estar dotado de un gran talento para cantar y tocar el laúd, ambos heredados de sus padres. Unas aptitudes que se desarrollan exponencialmente con la llegada de un nuevo viajero a su troupe, Abenthy, arcanista de gran renombre que se encarga de instruir a Kvothe durante su viaje juntos.

En sus andaduras como profesor y discípulo, Ben enseña a Kvothe todo tipo de materias. Además de conseguir que el chico aprenda con rapidez a utilizar la simpatía (un principio mágico que se sostiene bajo las leyes físicas y químicas), también le hace comprender otras materias como filosofía, historia, literatura o sociología, entre otras. La alta capacidad intelectual de Kvothe le hizo aprender rápidamente conceptos y principios que chicos cinco años mayores que él empezaban a asimilar en la Universidad, lugar donde se forman los arcanistas.

 


A pesar de que Kvothe es un personaje que podría pasar por ser considerado perfecto, no tarda mucho en ver su mundo truncado. Su maestro, Abenthy, deja la troupe para casarse, regalándole un libro de Retórica y Lógica e instándole a ingresar en la Universidad. Poco después, sus padres y todos sus compañeros de viaje son asesinados a manos de los Chandrian, un grupo que actúa de forma despiadada borrando todo rastro de sí a lo largo del Continente, considerados tan solo un mito por la gran mayoría de la población.

Tras ser el único superviviente de su troupe y tan solo con el laúd de su difunto padre y el libro de su amigo, Kvothe tiene que aprender a sobrevivir a situaciones que antes ni consideraba posibles, como no tener techo en el que cobijarse de la lluvia o tener que cazar para alimentarse. Después de unos días de sufrimiento extremo donde su única compañera era la música procedente del laúd heredado, el cual ya carecía de un par de cuerdas, llega a Tarbean, una de las ciudades más grandes de la Mancomunidad.

Lejos de lo que el pequeño esperaba al llegar, en aquellas calles solo encuentra a personas que le dan la espalda y le tratan con desprecio debido a su aspecto y sus harapos. En su primer día de estancia en la ciudad, es asaltado por un grupo de niños, recibiendo una brutal paliza y rompiendo en pedazos el laúd de su padre. En este momento, Kvothe recibe (literalmente) un golpe de realidad que le hace cambiar para siempre.


 

Durante los tres años que pasa en Tarbean, Kvothe actúa como un pícaro, que roba y comete actos delictivos para sobrevivir. Además de eso, empieza a comprender realmente las normas de la calle y cómo funciona el mundo real, por lo que desconfía de la gente y la venganza por su laúd y la supervivencia se convierten en sus únicos estandartes. A pesar de esto, conoce a personas que le hacen mantener un atisbo de esperanza en la humanidad, como Skarpi, el cuentacuentos, o Trapis, el sacerdote que cuida a niños de la calle.

Si bien es cierto que Kvothe es un personaje dotado de una gran inteligencia y astucia, todas sus pretensiones y aspiraciones de futuro se disipan bajo el denso humo de la metrópolis, donde sus únicos placeres son mirar a las estrellas mientras duerme a la intemperie y haber conseguido dinero suficiente para poder comer ese día. Tras escuchar una de las historias de Skarpi sobre los vetustos tiempos de la tierra en la que habita, algo despierta dentro de Kvothe, una epifanía que le hace recordar quién es en realidad y cuáles son sus sueños.

No obstante, tal y como Tarbean le había enseñado durante sus años de estancia, para conseguir algo que anhelabas debías ofrecer algo de valor a cambio. Es así como, a costa de perder su único recuerdo de lo que un día fue su vida, el ejemplar de Retórica y Lógica que le regaló Ben, consigue dinero suficiente para encaminarse hacia la Universidad. En el carro en el que se desplaza, consigue tocar el laúd de un músico que viaja con él, una de las canciones que sus padres interpretaban por las noches a la luz de la hoguera, dejando atrás por fin todo lo que un día fue, entre lágrimas, cuerdas y viento.


Nada más llegar, un Kvothe adiestrado por las calles decide espiar a todos los adeptos que realizaban el examen de ingreso, con el fin de conseguir una calificación suficientemente alta que redujera su matrícula a un coste asequible para sus vaciados bolsillos. Al realizar la prueba, no solo responde perfectamente a todas las cuestiones que los maestros le plantean, algunas incluso muy por encima del nivel esperado para cualquier otro estudiante; sino que además es aceptado pese a su edad, y con un importe de matrícula que implicaba que fuera la propia institución quien le pagara a él, una situación sin precedentes en la historia de la academia.

Poco tiempo después, Kvothe se enemista con algunos maestros debido a su gran talento. Pese a todo, es respetado por todos sus compañeros y ascendido de rango dentro de la jerarquía universitaria en tiempo récord. Una situación que nos acompañará durante el resto del libro, donde todas las situaciones que Kvothe protagoniza, sean positivas o negativas, siempre acaban resultando en una posición favorable para él.

De la misma forma, se crean alrededor de él innumerables mitos, rumores y leyendas, que él mismo crea y alimenta. Kvothe se acaba convirtiendo en una especie de Dios sobre la tierra, con el cual se es permisivo sin importar qué haga. El libro incurre a una narrativa circular, rozando el argumento cíclico, en el que Kvothe se mete en un problema, es castigado por ello, pero luego es recompensado de forma desproporcionada respecto a su castigo inicial. Ocurre cuando provoca un incendio en la Factoría, pero consigue salvar de la muerte a su compañera Fela, convirtiéndole en su Príncipe Azul; o cuando quema a Hemme usando la simpatía, por lo que es ascendido a pesar de azotado. Sin embargo, usando droga para no sangrar, se convierte en una leyenda dentro de los muros de la Universidad por haber resistido los azotes sin sangrar ni desmayarse.

También pasa cuando toca por primera vez en el Eolio, lugar donde se reúnen los músicos más prestigios en busca de su caramillo de plata, un salvoconducto entregado solo a aquellos con suficiente talento, permitiéndoles tocar en cualquier taberna de la ciudad. Pese a que su laúd es saboteado y pierde una cuerda, toca a la perfección y es recompensado con un caramillo en su primera visita, mientras que otros músicos tardan años en conseguirlo.


 

Podemos pensar también en el momento en el que no solo sobrevive a los sicarios de su enemigo Ambrose, sino que encima les quema y deja ciegos, convirtiéndose en un peligroso hechicero a ojos de todo aquel que viviera en los alrededores. Todo lo que le ocurre a Kvothe es, en cierta medida, positivo. No solo él olvida todo lo aprendido en Tarbean, también lo hace el libro. Exceptuando a Ambrose y Hemme, todo el mundo le ama y admira. Sus amigos le respetan, y le perdonan cualquier insolencia. Sus maestros, incluido el rector, le aplica un trato de favor desde su llegada. Por no hablar de las mujeres.

En efecto, dejando pasar el hecho de que en la primera entrega de la trilogía de Rothfuss solo existen cuatro mujeres, todas están, como podríamos esperar, enamoradas de Kvothe. En primer lugar, su compañera Fela, que ya estaba interesada en él con anterioridad, pero que incrementa su atracción a raíz de salvarle la vida. Por otro lado, Audrey, una chica que vive bajo la Universidad y que escucha a Kvothe tocar todas las noches con los ojos vidriosos. Devi, una despiadada prestamista que, no solo le presta una cantidad desorbitada de dinero sin apenas discutir, sino que, por supuesto, está loca por él.

El personaje que más resiste a él es Denna, chica a la que conoce de camino a la Universidad y con la que se reencuentra en su visita al Eolio. Denna, conocida por toda la ciudad de Imre por ser una mujer fría y cruel, que utiliza a los hombres para beneficio propio y luego deja con el corazón roto, no tarda en quedarse prendada del bardo. Hasta tal punto de que, a pesar de ser una persona que viaja constantemente, hace sus mayores esfuerzos por encontrarse con Kvothe antes de cada marcha.

La gota que colma el vaso ocurre durante su campaña en busca de los Chandrian, donde Denna ingiere por accidente una cantidad preocupante de droga, y Kvothe la cuida mientras ella delira. Ahí, es la valerosa e independiente Denna la que le confiesa a Kvothe amarle demasiado, insinuándosele constantemente. Durante ese mismo viaje, se encuentran con un dragón, animal mitológico de cinco toneladas, que les ataca a ellos y posteriormente al pueblo más cercano. 


 

Después de salvar a Denna de una inminente sobredosis gracias a sus amplios conocimientos sobre química, acude a la aldea donde el dracónido está arrasando con todo. Gracias a sus poderes e inteligencia, consigue, no solo matarlo, también ganarse el favor de todo el pueblo (incluida de una chica que allí vivía, el personaje femenino restante de la historia) y una temerosa reputación, volviendo triunfal a la Universidad sin nadie que le recrimine su ausencia.

En su última proeza, durante una disputa con Ambrose en el Eolio, consigue convocar el nombre del viento, algo extraordinario, que casi mata a su compañero. A pesar de ser acusado de usar la simpatía para atentar contra la vida de otro estudiante, Kvothe no es expulsado, sino pagado el triple de lo que valía el laúd que Ambrose le había roto y otro ascenso, así como la posibilidad de estudiar bajo la tutela de Elodin, a priori el maestro más poderoso de toda la institución.

Así, la historia de Kvothe, que en un inicio parecía un camino plagado de desniveles, donde tendría que aprender de los infortunios que encontrara, acaba siendo una carretera bien alicatada y con poco tráfico. Un primer libro que endiosa a su protagonista, siendo tan indulgente con él como los personajes que lo contienen, creando a un héroe cuasi perfecto que muchos elegidos de otras obras envidiarían.

Nada tiene que ver con el Kvothe mayor que cuenta la historia narrada, triste y taciturno, el poderoso, valiente y afortunado bardo. Un personaje que ha caído presa de su propia heroicidad en un esfuerzo poco prudente de crear a un protagonista interesante, que acaba reflejándose en un niño malcriado, cómodo y especial, el cual de su sufrimiento solo recuerda fragmentos, situaciones que no le hacen crecer ni padecer, que, como al propio escritor, parecen no importarle lo más mínimo. Quizá el verdadero motivo por el que Kvothe esté tan deprimido en sus años como tabernero es por la consciencia de que un arco narrativo tan plano como la barra del local que ostenta.

 

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